Inteligencia emocional: gestión de emociones en situaciones de crisis
Por Mário Ceitil, Consultor CEGOC, Cegos Group
El extraordinario paisaje cotidiano en el que vivimos nos agita emocionalmente. Nuestra vida cotidiana es un carrusel conmovedor de emociones en conflicto, donde domina el sentimiento de que siempre hay alguna inquietud, algo a punto de suceder y una alta probabilidad de que lo que está por suceder sea (incluso) peor que lo que sucedió antes.
Tal situación constituye un terreno fértil para la activación de estados emocionales disruptivos, que ocurren cuando ciertas emociones negativas se experimentan con tal intensidad que se manifiestan de manera desordenada, "escapando" por completo de nuestra capacidad de control consciente y voluntario.
Según laneurofisiología del cerebro humano, lo que sucede en estas situaciones es quela "amígdala", una glándula ubicada en la región del hipotálamo y quese considera el "radar de amenaza neuronal", percibe los estímulosexternos como un peligro para la integridad personal del individuo y realizauna auténtica "piratería emocional" a través de un "secuestro dela corteza", que es la región del cerebro responsable de las decisionesconscientes. La consecuencia es que el comportamiento de la persona, en lugarde ser una elección reflexiva de acuerdo con las circunstancias, estácompletamente dominado por impulsos emocionales primarios, generando esasituación típica conocida como "perder la cabeza".
Laprobabilidad de que ocurran procesos emocionales de este tipo aumenta en proporcióndirecta a la percepción de peligro que experimenta cada persona.
Pero como lapercepción del peligro en una situación dada, no tiene una relación directa ylineal con la situación misma, sino también, e incluso fundamentalmente, conlas características personales de cada uno, se deduce que no todas las personasreaccionan de la misma manera ante las mismas situaciones.
Por esta razón, y antesituaciones externas objetivamente graves, como es el caso de la crisis actualen la que vivimos y que en sí mismos están potenciando el brote de trastornosemocionales, es esencial poner en práctica una de las competencias que el ForoEconómico Mundial está considerando como uno de los "diez grandes" enlos años venideros (y esto aún en el período anterior a COVID-19): me refiero,por supuesto, a la "Inteligencia emocional".
Las diferencias en lasexperiencias emocionales de las personas que tienen o no tienen estacompetencia actualizada son muy sensibles y se manifiestan de manera clara yobjetiva en las relaciones instrumentales de los comportamientos de estaspersonas con las situaciones.
Señalamos algunos ejemplos:
- Las personas con un alto nivel de Inteligencia Emocional pueden mantener la calma, la compostura y una actitud constructiva ante la adversidad;
- Se enfocan predominantemente en lo que "aún no ha sucedido", no en una actitud de premonición fatalista angustiada, sino en la actitud proactiva de "buscar los acontecimientos antes de que los acontecimientos vengan a contarnos";
- Concentran su atención y su energía en aquellas cosas que están directamente debajo de sus áreas de influencia; son "parte de la solución" y no "parte del problema";
- Tienen más recursos para controlar las tendencias incontroladas de su mente como las ansiedades de "qué pasaría si ...", "Ya terminé ..." y "¿qué pasa ahora? ...;
- Encuentran más fácilmente estrategias para salir de las tendencias de sentir trastornos obsesivo-compulsivos;
- Se mantienen enfocados en propósitos más grandes y son más resilientes en entornos de gran ambigüedad e incertidumbre.
Para aquellos que,frente a esto, exclaman "OK ... pero ¿cómo se consigue?", soloagregaré que los neurocientíficos demuestran que la neuroplasticidad delcerebro permite que los seres humanos lo modifiquen a través del entrenamientoy experiencia.
Por lo tanto, yconsiderando las circunstancias actuales, puede no ser innecesario afirmar queestamos en el momento oportuno para practicarlo.
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